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Siete claves para desarrollar la inteligencia emocional

Siete claves para desarrollar la inteligencia emocional

Te explicamos las claves para desarrollar la inteligencia emocional basada en aspectos cotidianos.

El tema de la inteligencia emocional sigue siendo polémico. Mientras que un sector de pedagogos y psicólogos sigue defendiendo este concepto, los investigadores más estrictos en esos campos sostienen que se trata de una tesis frágil, que no tiene asidero real en la ciencia.

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La inteligencia emocional, en términos generales, se define como capacidad para gestionar las emociones acertadamente, tanto en relación con uno mismo como con los demás. Involucra cuatro grandes atributos: autoconciencia, autocontrol, empatía y habilidades sociales. Algunos autores también añaden la motivación a esta lista.

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Se dice que la inteligencia emocional es el verdadero motor del éxito, incluso por encima de otras capacidades como el cociente intelectual o el talento artístico. Esta afirmación puede ser algo radical, pero sí es cierto que quienes poseen ese don que muchos llaman “carisma” logran obtener más fácilmente una buena posición social.

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La inteligencia emocional, al decir de sus teóricos, puede desarrollarse. Para lograrlo es necesario poner en práctica algunas tareas. Estas son siete de las más importantes.

Conocer e identificar las propias emociones

Por lo general, las personas reaccionan frente a lo que les sucede pero pocas veces se detienen a pensar en el por qué lo hicieron de ese modo y no de otro. Es como si las emociones y los sentimientos fueran por un lado y la razón por otro. Esto aplica tanto para los sentimientos negativos como la ira, como para los llamados sentimientos positivos, como la alegría.

Para desarrollar la inteligencia emocional es importante poder identificar cuál es la emoción que aparece en cada momento. ¿Es ira o es indignación? ¿Es alegría o es euforia? Se trata de sensibilizarte a ti mismo. También de identificar cómo se expresa esa emoción en ti. Algunos, por ejemplo, expresan el miedo poniéndose furiosos. Otros se quedan paralizados.

Como quiera que sea, la inteligencia emocional se basa en un profundo y detallado conocimiento de uno mismo. Por eso todos los esfuerzos en ese sentido son importantes.

Ampliar el vocabulario emocional

A veces existen pequeños matices que permiten precisar cuál es el nombre exacto de cada una de las emociones que se experimentan. Hay palabras generales que hablan de las emociones básicas: tristeza, alegría, ira y miedo.

Sin embargo, esas generalidades muchas veces se quedan cortas para definir lo que realmente sentimos. A veces no estamos “tristes”, sino “nostálgicos”. Otras veces no estamos “enojados”, sino “fastidiados”. Darle el nombre correcto a cada emoción ayuda a identificarla mejor y, por tanto, a tramitarla más asertivamente.

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Evitar el autojuzgamiento

Los sentimientos y las emociones en sí no son buenos o malos, como tales. Son simplemente reacciones que todo ser humano experimenta. Pese a esto, muchos piensan que hay “emociones negativas” contra las que se debe luchar y otras “positivas” que se deben cultivar.

En realidad, lo mejor es no luchar contra lo que se siente. El objetivo es identificar esas emociones para comprenderlas y canalizarlas de la mejor forma. Las “emociones negativas” no se deben reprimir, ni negar. Lo que se debe hacer, en cambio, es explorarlas y ver qué hay detrás de ellas.

Aprender a leer el lenguaje corporal

El lenguaje corporal es una fuente de comunicación muy importante para comprenderte y comprender a otros. Es bueno estar atentos a las posturas que nuestro cuerpo adopta inconscientemente en diferentes situaciones. Eso nos dará pistas sobre lo que realmente estamos sintiendo, así no nos demos cuenta.

Aprender a interpretar el propio lenguaje corporal contribuye a entender los gestos y posturas de las demás personas. Esto facilita la buena comunicación.

Aplicar técnicas de autocontrol

El autocontrol no es represión. Las emociones difíciles no se deben reprimir, ocultar o negar. Si son muy invasivas o nos causan problemas, de lo que se trata es de encontrar técnicas que permitan ponerlas bajo control.

Por ejemplo, se ha comprobado que el frío ayuda a disminuir la ansiedad. Así que si sientes angustia o miedo, tal vez sea buena idea que te mojes el rostro con agua fría, o que salgas un momento a respirar una bocanada de aire.

En todos los casos, hacer ejercicio y dormir bien son maneras de incrementar el control sobre las emociones.

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Precisar los “por qué” de los demás

Antes que entrar a juzgar lo que los otros hacen, convendría intentar responder a la pregunta de por qué lo hacen. A primera vista muchas conductas pueden parecer censurables o molestas. Sin embargo, si miras un poco más detenidamente, puedes darte cuenta de que nacen de necesidades o carencias de los demás y no de su deseo de fastidiar a alguien.

Llevar un diario

Está comprobado que escribir lo que se siente en un diario es una excelente manera de conocerte, entenderte y disminuir la intensidad de las emociones que están algo descontroladas. Los estudios indican que esta técnica es especialmente eficaz en los hombres y que se potencia si el diario se escribe a mano y no en un ordenador.

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