Las Matemáticas siempre son la asignatura temida por muchos estudiantes. Sin embargo, ahora, varias investigaciones han desvelado nuevas formas para enseñarlas y que facilitan su asimilación por parte de los alumnos. Entre las nuevas técnicas destacan las que son totalmente individualizadas o las que también se centran en enseñar esta asignatura poniendo el foco en el propio cuerpo de los niños o en que realmente disfruten mientras aprenden.
En concreto, un reciente estudio del Departamento de Nutrición, Ejercicio y Deportes de la Universidad de Copenhague–realizado con 165 estudiantes de tres centros diferentes-, ha desvelado que los niños aprenden mejor cuando se involucra a su propio cuerpo en el aprendizaje de las matemáticas, observando que se consiguen mejores resultados cuando se mueven.
De hecho, los resultados han permitido evidenciar que la actividad física, aunque no sea intensa, mejora el aprendizaje si el movimiento que el alumno realiza está integrado en el tema que se está estudiando, es decir, las matemáticas.
La prueba de 50 preguntas estándar realizada, tras seis semanas de estudio, reflejó que el rendimiento mejoró en un 7,6% en aquellos niños en los que se había realizado actividad física en el aprendizaje. Un porcentaje que representa casi cuatro respuestas más correctas que la media y el doble de mejora que el nivel mostrado por los niños con actividades sedentarias.
No obstante, en el aprendizaje también influye la personalización de la instrucción, puesto que los niños que ya tenían un mejor rendimiento en Matemáticas obtuvieron mejores resultados al introducir la actividad física que aquellos que no eran tan buenos en esta asignatura. Un motivo por el que los investigadores –los resultados se han publicado en Frontiers of Human Neuroscience-, inciden en la necesidad de tener presente la comprensión individual para evitar estos riesgos en el rendimiento.
Este no es el único estudio que ha visto la luz recientemente. La investigación publicada en Society for Research in Child Development en la que han participado la Universidad de Munich, la Universidad Católica de Australia, la Universidad de Oxford, la Universidad de Reading, la Universidad de Konstanz y la Universidad de Thurgau, arroja más luz en esta dirección.
Esta investigación -llevada a cabo con 3.425 estudiantes adolescentes alemanes-, ha demostrado que el aprendizaje y el rendimiento cognitivo pueden verse influenciados por las reacciones emocionales como la diversión, la ansiedad o el aburrimiento.
Este estudio desveló que los estudiantes más inteligentes lograban mejores puntuaciones en las pruebas de Matemáticas, aunque los resultados igualmente eran favorables en los alumnos que disfrutaban con esta asignatura. Por el contrario, rendían menos aquellos que sentían ira, ansiedad, vergüenza, aburrimiento o desesperanza.
Los resultados de la investigación aún fueron más allá al observarse que las emociones también tenían consecuencias en el tiempo. De esta manera, se comprobó que el rendimiento exitoso en Matemáticas contribuyó a que los estudiantes tuvieran emociones positivas y disminuyeran las negativas en los últimos años.
Por el contrario, los estudiantes que habían tenido bajas calificaciones habían experimentado una disminución de las emociones positivas y un aumento de las negativas como el aburrimiento o el miedo a esta asignatura. Esto, según los investigadores, conduce a que el estudiante se encuentre en una espiral descendente de la emoción negativa y de un rendimiento menor.
La investigación también apunta que las emociones influyen en el rendimiento de los estudiantes más allá de su capacidad cognitiva general y de sus logros anteriores, además de mantenerse su efecto de forma constante tras tener en cuenta otras variables como la familia, el nivel socioeconómico, la inteligencia o el género.
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