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La educación al servicio de la inteligencia: claves para aprender mejor

La educación al servicio de la inteligencia: claves para aprender mejor

La neurociencia cognitiva avanza pero el desconocimiento sobre la masa gris todavía es grande. Los hallazgos refrendan algunas prácticas en las escuelas.

Toque su nariz con la mano derecha y su oreja derecha con la mano izquierda. Cambie respectivamente y de forma alterna de posición durante 30 segundos. Ahora pruebe a levantar el dedo índice de una mano al tiempo que alza el meñique de la otra, y vuelva a cambiar de forma alterna.

¿Qué tal? La idea es hacerlo lo más rápido posible sin equivocarse. Estos y otros son ejercicios de `neurobic´ o gimnasia cerebral. En particular, los descritos están dirigidos a interconectar ambos hemisferios cerebrales. Su práctica no es nueva pero como otros términos que refieren a disciplinas o especializaciones ha añadido el prefijo neuro-.

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La neurociencia avanza y los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro y se desarrolla la inteligencia se aplican a otras áreas. Que toda la actividad humana está regulada por el cerebro justifica, en cierta manera, que surjan las especializaciones neuro: neuroeconomía, neurolingüística, neuroarquitectura o neuroeducación. Esta, como especialización que recoge las aplicaciones de la neurociencia al aprendizaje académico, es relativamente incipiente.

“Quizás haya temas con mayor arraigo, como la neuroelingüística, pero la neuroeducación es un asunto de hace 10 años”, explica Javier González Marqués, profesor de Psicología de la Universidad Complutense y coordinador del itinerario en Neurociencia Cognitiva, dentro del Máster en Neurociencia de la UCM.

 

Hacia un conocimiento más global

La relación entre cerebro y mente es una de las cuestiones que más interrogantes ha planteado en torno a cómo se produce el conocimiento humano. Hoy se cuenta con técnicas como la neuroimagen y las técnicas de estimulación cerebral no invasiva, entre otras, que permiten profundizar en la comprensión de las funciones mentales, la inteligencia y en su vinculación con los sistemas neurales.

Pero los misterios que esconde la masa gris son todavía muchos y el conocimiento que se tiene sobre su funcionamiento es como un conjunto de retazos que todavía no ofrecen una visión integral lo suficientemente clara. Según González Marqués, la Neuroeducación funciona a modo de “justificación de aquello que se venía haciendo”. “[Sirve para saber] de los principios que se han aplicado cuáles son válidos, cuáles hay que repensar”, afirma.

Lo que sí se tiene claro es que cada cosa que se haga dejará su huella en el cerebro. La plasticidad del órgano gris a los estímulos externos y la capacidad para aprender desde los primeros meses de vida están comprobadas. “El cerebro se reconfigura siempre”, afirma González Marqués, “también en la edad adulta” pero en la edad infantil el aprendizaje es mayor.

Estimular el aprendizaje desde edades muy tempranas y aprovechar todo el potencial del cerebro para desarrollar la inteligencia son las aspiraciones de una educación que busca en la neurociencia la confirmación de que los pasos dados hasta ahora son los correctos.

La Neuroeducación funciona a modo de “justificación de aquello que se venía haciendo”, afirma González Marqués, profesor de Psicología de la UCM

Francisco Mora en su libro Neuroeducación, puntualiza que los estudios actuales ponen su énfasis “en conocer cómo el niño aprende antes de entrar en la escuela, cómo lo hace en la escuela y, basándonse en ello, tratar de diseñar programas que puedan mejorar la enseñanza posterior”.

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No hay aprendizaje sin emoción

Gracias a la neurociencia, las emociones se han situado en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje. Estas junto a la motivación son la piedra angular sobre la que giran la educación de hoy, que cada vez bebe más de la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner. El proyecto de Neuroeducación puesto en marcha en colegios de la Comunidad de Madrid propone una metodología para una mejor estimulación de las funciones neurológicas implicadas en el proceso de aprendizaje.

Es en el cuerpo docente y en las familias en donde recae las tareas de estimular dichas funciones. Fomentar la motivación se revela crucial. “Es así como se conseguirá que las conductas diarias sean cada vez asumidas de forma más positiva y que cada vez la alumna o alumno esté mucho más interesado en mejorar el conocimiento debido a la mayor autoeficacia y logros que tienen sus conductas, con el consiguiente refuerzo positivo intrínseco de las mismas”, se relata en dicho proyecto.

Algunas sugerencias son estar pendientes del estado de ánimo del alumnado e hijos; mantener el mayor tiempo posible una cara sonriente, lo que permite activar el cerebro, pues las situaciones divertidas potencian el aprendizaje; no gritar, favorecer una realización de las tareas en estados emocionales tranquilos, sin estados de estrés, o evitar las malas contestaciones y la ridiculización, propiciando el uso de un lenguaje positivo.

Las situaciones divertidas potencian el aprendizaje; no gritar, favorecer una realización de las tareas en estados emocionales tranquilos, sin estados de estrés

Es porque hay emoción que existe la curiosidad y la atención. Tal y como relata Francisco Mora, “hoy comenzamos a saber que el binomio emoción-cognición es indisoluble”. Todo aquello que emocione será almacenado y recordado. También las matemáticas y el cálculo, el lenguaje, la resolución de problemas, la percepción o la psicomotricidad. Una enseñanza dinámica, con ritmo, con muchas motivaciones y muchos cambios en la exposición favorecen la atención pero será lo nuevo lo que haga que el estudiante esté atento.

Recuperar el juego

Para esto, el juego es la excusa perfecta. Ya en la infancia, jugar es la forma que se tiene de aprender. Libera tensiones, favorece el aprendizaje, fomenta la creatividad y la capacidad para resolver problemas. Durante la adolescencia y en la edad adulta, sin embargo, nos olvidamos de jugar. Pero se sabe, por ejemplo, que jugando a determinados videojuegos se puede mejorar la comprensión verbal, el procesamiento visual y espacial, la percepción visual, la orientación topográfica, la planificación y el razonamiento.

También aplicar la gamificación, es decir, llevar al aula la organización y las reglas de un juego, con el objetivo de implicar a los alumnos y ofrecerles una forma diferente de aprendizaje, fomenta el esfuerzo, la autoafirmación y la colaboración. Por ejemplo, realizar ciertas tareas establecidas con puntos, niveles o rankings, ayuda a la toma decisiones, la habilidad para solucionar problemas poniéndo al estudiante en roles o situaciones reales que le ayuden a prepararse para la vida.

Procesando el sonido

“Todo lo que se hace modifica el cerebro, reconfigurando las redes neuronales, que constituyen el soporte del aprendizaje”, explica González Marqués. Recientemente, la directora del Northwestern’s Auditory Neuroscience Lab, Nina Kraus, explicó dentro de la conferencia Falling Walls celebrada en Berlín como los sonidos que percibimos durante nuestra vida modifican nuestro cerebro. Kraus ha descubierto la forma en que el cerebro procesa el sonido.

Durante la conferencia mostró una simulación de cómo el cerebro percibe el sonido y concretó las dificultades que existen a la hora de dar sentido al sonido; “Es una de las más complejas tareas computacionales. Estamos pidiendo a nuestros cerebros que procesen esa información en microsegundos», dijo Kraus. Los resultados de una serie de estudios con miles de participantes, observados desde el nacimiento hasta la edad de 90 años, sugieren que la capacidad del cerebro para procesar el sonido está influenciado por todo, desde la reproducción de música y el aprendizaje de un nuevo idioma a los trastornos del lenguaje y la pérdida de la audición.

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Identificar problemas neurológicos

El trabajo de Kraus y su equipo también sugiere que las personas que escuchan música de forma frecuente pueden oír mejor en un ambiente ruidoso que los que no tienen ese hobby. Y que la pobreza y el nivel educativo de la madre puede afectar la capacidad del niño para procesar las partes esenciales del sonido.

Según Kraus, sabiendo la forma en la que el niño procesa los componentes del sonido, el tiempo y el timbre puede predecir la capacidad de lectura futuro. Tocar música o hablar otro idioma puede compensar ciertas desventajas a la hora de procesar el sonido, que por otra parte puede ser un marcador para identificar problemas neurológicos como el autismo, la dislexia y otros retrasos en el aprendizaje.

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De hecho, la música es un elemento que se utiliza desde hace tiempo dentro del aula. Ya no es sólo recurrimos al clásico aprender cantando. La música, junto al ritmo, las frecuencias auditivas y los intérvalos de silencio, es un elemento que puede que ayudar a fijar la atención. La música estimula el hemisferio derecho que es el más implicado en la atención, la novedad y hacia lo espacial. Por otra parte, la música e fondo favorece sustancialmente la comprensión lectora, ayuda a la percepción y a una mejor integración sensorio-auditiva.

Según Kraus, hacer música o hablar otro idioma puede compensar ciertas desventajas a la hora de procesar el sonido

Cuestión de ambiente

Lo expuesto viene a confirmar la importancia del medio en el que se mueve el niño, en el que nos movemos. Es el ambiente externo lo que enciende los códigos que ponen en funcionamiento nuestro cerebro. Así pues, el entorno es una de las variables fundamentales en el proceso educativo y desde la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE), se defiende que la organización del ambiente físico escolar fomente y permita la comunicación entre los niños y niñas y el trabajo en grupo, desde planteamientos lúdicos, lo que genera la necesidad de nuevos espacios de aprendizaje distintos de los tradicionales que inviten a actuar de forma autónoma y en contextos de colaboración. Tomando esto como referencia es inevitable mirar hacia los espacios físicos (edificios de colegios, institutos y universidades) donde tiene lugar el proceso de aprendizaje.

“Los edificios donde se produce el aprendizaje deben tener emoción y sentimiento en grado sublime”, explica Francisco Mora

Es sabido que aprender con luz natural mejora el rendimiento, aumenta la velocidad de lectura; que el alumnado de colegios con más vistas a la naturaleza se concentran mejor. La arquitectura que proyectan colegios u otros edificios donde se enseña, “comienzan a pensar consideraciones importantes, como que los edificios que se construyen no sólo deberían tener exquisita razón y cálculo en su diseño y construcción sino también emoción y sentimiento en grado sublime”.

Arquitectura pensada para aprender

Colegios sin aulas, con espacios amplios y diáfanos, divididos por zonas en donde desarrollar proyectos. Espacios que dejen de ser sólo eso y se conviertan en lugares donde los niños y niñas se sientan bien, donde su nivel de bienestar sea mayor y “en los que se tenga en cuenta la luz, la temperatura y el ruido que tanto influyen en el rendimiento mental”, explica Francisco Mora en Neuroeducación.

Esto es lo que se aplica de lo que se sabe pero todavía queda mucho por conocer de cómo funciona el cerebro. Según González Marqués, en general, en España todavía no hay una aplicación práctica a las aulas de los hallazgos que arroja la Neurociencia. Para ellos los maestros deberían poseer conocimientos acerca de cómo opera la masa gris, “fundamentos del sistema nervioso, una formación más solida en neurociencia que permitiría introducirlo en las aulas”, explica.

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