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Dislexia: la culpa no es del cerebelo

Dislexia: la culpa no es del cerebelo

El cerebelo no está implicado en la discapacidad de lectura ni en la dislexia, según un estudio de la Universidad de Georgetown.

El cerebelo es una estructura cerebral ajena a la corteza y relacionada con la función motora, a la que tradicionalmente se la ha implicado en problemas como la dificultad a la hora de leer y la dislexia. Ahora, una investigación de la Universidad de Georgetown, en EE.UU., publicada en Human Brain Mapping, da la razón a quienes no terminaban de confiar en la “hipótesis del déficit cerebeloso”.

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La principal autora del estudio, Sikoya Ashburn, señala que la investigación se ha centrado en examinar el cerebelo con detalle, llegando a la conclusión de que no hay signos de compromiso cerebeloso durante la lectura en lectores expertos, ni existen diferencias en los niños que presentan dificultades a la hora de leer.

Para llegar a estas conclusiones los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética que mostraban la activación cerebral durante la lectura, fijándose específicamente las conexiones funcionales entre el cerebelo y la corteza en el transcurso de esta actividad. “Las regiones de la corteza que se sabe que participan en el proceso de lectura no se comunicaban con el cerebelo en niños con o sin dislexia mientras el cerebro procesaba palabras”, ha señalado.

En este sentido, el neurocientífico Guinevere Eden señala que “la evidencia de la teoría del déficit cerebeloso nunca fue particularmente sólida. Sin embargo, se ha adoptado esta idea de forma generalizada e incluso han surgido enfoques de tratamiento dirigidos al cerebelo”. Para el investigador, “estos tratamientos son un desperdicio de dinero” y apartan el foco ante otros enfoques de tratamiento más válidos.

A largo plazo, los investigadores creen que los hallazgos realizados pueden usarse para que los padres de niños con dificultades puedan estar informados sobre qué tratamientos seguir.

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Cómo influyen el acento, las pausas y la entonación

Este estudio se une a otro realizado por investigadoras de la Universidad de Granada, que sugiere la necesidad de tener en cuenta las habilidades prosódicas, como el acento, las pausas y la entonación, tanto lingüísticas como no lingüísticas, a la hora de diagnosticar e intervenir en la dislexia en niños.

«Sabemos que este trastorno supone un déficit fonológico, que consiste en la alteración de la capacidad de leer por la que se confunde el orden de las letras, sílabas o palabras», explican las autoras, Gracia Jiménez-Fernández y Nuria Calet, quienes han comprobado ahora que «los déficits de estas personas van más allá de la dificultad para representar adecuadamente los fonemas y para automatizar las reglas de conversión grafema-fonema y parece que se extienden al ámbito de la prosodia a nivel de frase».

Además, esta investigación pone de manifiesto que las dificultades no solo se reducen al ámbito lingüístico, sino que se evidencian problemas en las habilidades rítmicas, es decir, donde no interviene la lectura. Teniendo en cuenta que las habilidades rítmicas facilitan la segmentación del continuo del habla en unidades con significado (las palabras), aspecto crucial para el aprendizaje de vocabulario, esto hace suponer «que cualquier deterioro en la percepción del ritmo provocaría un déficit en la adquisición de lectura», explican las investigadoras.

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