La organización resulta fundamental para muchos de los pintores, escritores, músicos e incluso científicos que admiramos, según se recoge en el libro de Mason Currey “Daily rituals: how artista work”, que describe las rutinas de trabajo de 161 personas que han triunfado en profesiones que podríamos calificar como “creativas”.
Aunque algunos de estos personajes no seguían una rutina, como Federico Fewllini, William James o David Foster Wallace, lo cierto es que hasta el 88% de estas personas que admiramos son organizadas y necesitan de una rutina diaria, aunque no sea igual que la que tenemos el resto de los mortales. Esto hace pensar a Paul Thagard en su artículo “Daily routines of creative people” que quienes no son lo suficientemente organizados como para tener un tipo de rutina diaria no pueden ser lo suficientemente creativos.
Otra de las conclusiones que se puede extraer del libro de Currey es que muy pocos de los personajes famosos estudiados trabajaban todo el día, de la mañana a la noche. Tan solo el 10% podría ser calificado como adicto al trabajo, entre ellos Benjamin Franklin, George Gershwin, Philip Roth, y Alexander Graham Bell.
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Otro dato curioso es que la mayoría de las personas estudiadas, el 72% aproximadamente, trabajaba por las mañanas, mientras que un 48% trabajaba por la tarde, un 22% por la tarde-noche y un 15% por la noche, como Gustave Flaubert, Henri de Toulouse-Lautrec, Franz Kafka y Marcel Proust.
A pesar de estos datos, no se podría aconsejar a nadie que trabajara por las mañanas para ser más creativo, ya que el momento del día en que se tiene una mayor productividad depende de las variaciones genéticas en los ritmos circadianos. Ser madrugador o trasnochador está en nuestra base genética y no hay ninguna razón para pensar que la gente que trabaja por la mañana es mejor que la que se queda durmiendo. Simplemente, heredaron de sus padres una habilidad para comenzar el día llenos de energía y creatividad.
Por otra parte, en el libro también se recoge la necesidad que tienen algunas personas con profesiones creativas de recibir estimulantes como la cafeína o el tabaco para hacer mejores obras. A veces, la dependencia se dio incluso con anfetaminas, como es el caso del poeta W. H Auden, el filósofo Jean-Paul Sartre, y el matemático Paul Erdos. En cambio, a otros genios como Beethoven, Tchaikovsky, Kierkegaard o Darwin les bastaba con dar grandes paseos diarios.
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