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Cinco días de adaptación para la vuelta al cole, ¿necesarios?

Cinco días de adaptación para la vuelta al cole, ¿necesarios?

El periodo de adaptación incluye incorporaciones progresivas y actividades motivadoras que ayuden a asumir rutinas tras el mes de descanso.

Cuando gran parte de la población se encuentra volviendo a la rutina laboral después de las vacaciones, la mayoría de centros educativos se preparan para otra vuelta, la del cole. Entre el 8 y el 15 de septiembre los colegios de educación infantil y de primaria de toda España abrirán sus puertas para que niños y niñas de 0 a 6 años comiencen el curso escolar.

Desde hace unos años, la incorporación a la etapa infantil va acompañada de un periodo de adaptación. Este “se plantea por primera vez cuando se produce una incorporación masiva a la educación infantil”, explica Ángeles Hernández,psicóloga educativa del equipo de orientación educativa y psicopedagógica del distrito de Latina de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Es entonces cuando se observa la necesidad de fomentar que los niños y niñas “se adapten bien y crezcan a nivel intelectual y social de una forma más favorable”, explica Hernández.

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El periodo de adaptación tiene el objetivo de minimizar el estrés que provoca en los más pequeños el hecho de salir de su entorno familiar para entrar en el escolar, y que este cambio de rutina no obstaculice el beneficio educativo que supone ir a la escuela.

Tal y como describe Sonia León en un artículo publicado en la revista Innovación y Experiencias Educativas del sindicato CSI·F Enseñanza Andalucía, “cuando el niño se incorpora a la escuela, sufre una separación importante, se rompe ese lazo afectivo con la figura de apego, originándose un conflicto. La forma de solucionar este conflicto, el tiempo que se emplea para que el niño asimile felizmente ‘la ruptura de este lazo’ es a lo que llamamos periodo de adaptación”.

La forma en que los centros aplican el periodo de adaptación funciona, según Hernández, en función de las necesidades los niños, la disponibilidad de los padres y madres y de los recursos de que dispongan.

Aunque por ley son cinco días, son los propios centros los que establecen la estrategia que favorezca la incorporación de los niños de una forma satisfactoria.

Según el centro, en esta incorporación paulatina, por ejemplo,se involucrará a uno de los progenitores, persona de referencia como los abuelos y abuelas o la persona encargada del cuidado del niño/a, o se recomendará todo lo contrario. Las fórmulas son distintas como lo son las realidades que se dan en cada centro.

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Saida Sánchez, es la coordinadora pedagógica de Valle de Oro, una escuela infantil pública ubicada en el barrio de Carabanchel, en Madrid. Para el próximo curso hay matriculados 152 niños y niñas, de los que más del 50% son de origen inmigrante, con más de 20 nacionalidades diferentes, y con alumnado con necesidades especiales.

Este escenario ha obligado a la escuela a adaptar su proyecto educativo de cara a aprovechar las potencialidades que ofrece un alumnado diverso. “Es muy enriquecedor, pero también nos cuesta más”, afirma Sánchez; “en Valle de Oro hemos encontrado la fórmula, con mucha experimentación”. Ni mucho menos consiguen que todos los niños y niñas estén adaptados en cinco días; “solemos tardar dos o tres semanas, según los casos, pero al final todos lo logran”.

Han diseñado tres modelos diferentes de adaptación. Uno para el alumnado que es nuevo en el centro, otro para el que ya estuvo el curso anterior y otro para aquellos niños y niñas que sin ser nuevos en el centro sí lo son en el aula. La incorporación es progresiva, de dos horas el primer día hasta llegar a su horario normal de 9h a 16h.

Una de las premisas de la escuela infantil Valle de Oro es que durante ese periodo de adaptación se excluye de cualquier persona de referencia. “Antes de empezar, mantenemos tutorías individuales con padres y madres para que nos cuenten. Insistimos en que sean sinceros, que nos cuenten si hay algún problema o cosas como si, por ejemplo, duerme con ellos en la cama”, explica Saira Sánchez.

Luego en el aula está la tutora o tutor y un docente de apoyo. Importante, que no pase ninguna persona ajena para que los niños y niñas tengan la misma referencia todo el tiempo. “Hablamos mucho con las familias y las tranquilizamos. Pedimos, por ejemplo, que las despedidas [cuando vienen a dejar al niño/a] sean lo más cortas posibles. Siempre hay excepciones, por lo general, se les ve que lo llevan bien, aunque a veces cuesta que entiendan que asomarse a la ventana no facilita las cosas”.

En el CEIP Marie Curie de Zaragoza el escenario es bastante diferente. El centro, ubicado en el barrio de Jesús relativamente próximo al centro de la ciudad, tiene el segundo ciclo de infantil de 3 a 6 años y toda la educación primaria. Posee tres vías (grupos) hasta 3º de primaria y cuatro, de 4º en adelante.

El periodo de adaptación se establece a través de entradas escalonadas

El horario de inicio de curso es de 9h a 13h. Durante esa primera semana la mitad del grupo viene de 9h a 10h, que son unos 11 alumnos, y la otra mitad vienen de 10h a 11h, explica Marta Benito, la directora. A diferencia de en Valle de Oro, el primer día la presencia de los padres y madres está permitida. “Vemos muy adecuado la participación de las familias, entrando en la clase, ayudando a decorar, participando de actividades motivadoras, les enseñamos la clase, [se trata de] estar con las familias y que el niño esté lo más relajado posible”. El segundo día es igual, pero se invierte el horario y la madre, padre o persona de referencia ya no está presente. El tercer día vienen media hora más; se parten las clases igual pero esta vez es por orden de lista, los pares e impares. El cuarto y quinto día, niños y niñas asisten dos horas, de 9h a 11h, y vienen todos juntos.

La comunicación con las familias es fundamental para que el cuerpo docente posea toda la información sobre el niño: hábitos, costumbres o enfermedades.

Con frecuencia, se pone en cuestión la utilidad de este escalonamiento en la incorporación escolar. Seguro que más uno está pensando, “pues yo iba ocho horas del tirón y no me ha pasado nada”. Sin embargo, para todas las consultadas, el periodo de adaptación es un tiempo necesario, “eso no hay que ponerlo en duda”, añade Marta Benito.

Ante las posibles dificultades que para las madres y padres supone tener que acudir al colegio o recoger al niño en horarios poco frecuentes, los centros comienzan a informar del periodo de adaptación ya en junio. “Les damos unas pautas, como que adapten los horarios conforme se vaya acercando el inicio de curso, que se acerquen por la escuela antes para mostrarles el lugar, que les motiven desde casa”, explica Saida Sánchez.

Marta Benito sugiere que durante esa entrevista que se mantiene en el momento de la matrícula que les comenten a los docentes sus necesidades laborales y que hablen con ellos y entre todos encuentren una forma de cómo lo pueden organizar.

Afectividad, ponerse en su lugar, flexibilidad, asumir rutinas, traer un objeto de apego, compartir, acostumbrarse a un nuevo contexto y, sobre todo, jugar, porque esa va a ser la herramienta estratégica para el aprendizaje durante esta etapa educativa, explica la psicóloga Ángeles Hernández: “Todos los niños terminan adaptándose a no ser que haya algún tipo de problema que va más allá del estrés de un niño al adaptarse a un centro”.

A veces lo que sucede es que el modelo educativo de familia es distinto al modelo de la escuela, “por ejemplo que en la escuela se esté fomentando la autonomía y en casa estén siendo sobreprotectores o más rígidos”, apunta Hernández; “en ese caso los psicólogos llamamos a la familia e indagamos”, concluye.

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