Cuando tu padre insistía en que aprendieses a leer lo hacía pensando en tu educación y sin saber que además estaba ayudando a tu cerebro a ir mucho más allá. El impacto de saber leer en nuestro cerebro es mayor del que pensamos y es una habilidad tan importante que incluso ocupa su propio lugar en tu cabeza. En concreto, en la región situada entre el área que se encarga del reconocimiento de caras y la del reconocimiento de objetos.
La lectura modela incluso físicamente nuestro cerebro, de manera que un lector tendrá un cuerpo calloso más fino, lo que indica que el trasvase de información de un lado a otro del cerebro es menor. Esto les permite activar una respuesta también a las palabras habladas, lo que al final ayuda a retener mejor la información.
Todos estos cambios hacen que los lectores procesen la información de forma diferente. Para empezar, tienden a ser más exigentes con su cerebro y también obtienen más de él. Esta relación entre inteligencia genera y capacidad lectora es complicada, pero está demostrado que conforme avanza el número de lectores en un país, también lo hacen sus posiciones en los test de inteligencia.
Al final, saber leer tiene un impacto muy positivo en toda la sociedad, su nivel cultural y su capacidad de progreso.
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También existe una relación directa entre saber leer y una mejora en la salud y la esperanza de vida. La clave en este punto es que quienes saben leer tienden a exigir más a su cerebro, lo que activa la función capilar y disminuyen enfermedades como la demencia senil.
Pero saber leer no es suficiente. Una vez aprendida la habilidad es necesario ejercitarla para obtener todos estos beneficios. Incluso leer de noche en redes sociales, algo que tradicionalmente se considera negativo para conciliar el sueño, puede ayudar a mantener tu cerebro activo y a recoger todos los beneficios de la lectura. Y es que incluso de noche, tu cerebro sigue hambriento de información que procesar.
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