Muchos padres tienden a avisar a sus hijos pequeños de que, en un par de minutos, van a apagar la pantalla de la tableta, el teléfono, la televisión o cualquier otro dispositivo tecnológico que sea el centro del interés del niño en ese momento. Lo hacen a modo de advertencia con la intención de que el pequeño vaya siendo consciente de lo que va a ocurrir transcurrido ese breve espacio de tiempo. Sin embargo, la escena suele terminar en lloros, protestas o incluso una rabieta. Y es que, según los científicos de la Universidad de Washington, esta no es la mejor manera de hacerlo.
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Según un estudio, la mejor manera de desconectar a los niños de entre uno y cinco años de una pantalla pasa por instaurar una rutina familiar o programar la tecnología para que sea el mismo dispositivo el que advierta al niño o se desconecte. Para llegar a esta conclusión se investigaron los hábitos de 28 familias durante dos semanas. El 59% de los niños que fueron advertidos por sus padres que estaba acabando su tiempo de permanencia ante la pantalla reaccionaron de forma neutra cuando esto finalmente ocurrió, mientas que un 19% tuvieron una reacción positiva y el 22% restante reflejó una reacción negativa.
Los padres utilizan la tecnología como entretenimiento para afrontar un momento de desesperación
Los investigadores también concluyeron que los padres normalmente usan dispositivos tecnológicos para entretener a los niños mientras que ellos están haciendo tareas domésticas o están cuidando a otros hijos, aunque también suelen echar mano de ellos cuando los pequeños tienen que parecer desagradable o tedioso, como una visita al médico. Pese a lo que se pueda pensar, los progenitores no suelen utilizar este método de entretenimiento mientras ellos están trabajando o divirtiéndose, sino que constituye una herramienta para afrontar un momento de desesperación o como último recurso.
En cualquier caso, en un 39% de los casos los padres deciden apagar los dispositivos tecnológicos cuando son incompatibles con otras actividades familiares, cuando se ha llegado al lugar de destino si la familia va en coche, si el niño tiene que ir al colegio o si se presenta la posibilidad de que el pequeño juegue con un amigo.
En una de cada cuatro ocasiones las pantallas se apagan porque el niño pierde interés, aunque los padres consideran que esto es bastante inusual. Un 15% de las veces los padres deciden desconectar el dispositivo porque consideran que el niño ha superado el tiempo de exposición, mientras que en un 11% de los casos se aprovecha que la tecnología ha llegado a un punto de parada, como la finalización de un juego o un vídeo. Solo en un 9% de las ocasiones el tiempo ante la pantalla ha sido pactado mediante reglas.
La transición de la pantalla a la vida real es más fácil cuando forma parte de una rutina. Un niño de corta edad puede ser consciente de que puede jugar más con el iPad las noches de los viernes pero que tiene que apagarlo cuando llega la comida a la mesa y aceptarlo de buen grado si eso forma parte de las costumbres del hogar. Asimismo, los niños reaccionan mejor si la tecnología es la culpable de que no puedan seguir viendo su juego o vídeo favorito, por ejemplo, por falta de una conexión WiFi.
Por otra parte, si es el propio dispositivo el que avisa al niño que le quedan dos minutos para la desconexión, la reacción del pequeño suele ser más positiva. Esto es debido a que, según los investigadores, los niños de esta edad se encuentran en plena lucha de poder y es más fácil recriminar a los padres que enfadarse con una pantalla, lo que les hace ser más tolerantes con la situación de desconexión.
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