El aprendizaje de los idiomas ha sido objeto durante muchos años de diversos estudios con el fin de descubrir las capacidades que hacen que una persona pueda ser bilingüe o saber a la perfección más de dos idiomas y otras, sin embargo, tienen dificultades para aprender uno solo.
La mayoría de estos estudios ha confirmado que los niños son los que más capacidades tienen para aprender idiomas, incluso siendo prácticamente bebés. Sin embargo, ahora, un nuevo estudio ha arrojado más luz sobre el aprendizaje de lenguas extranjeras tras analizar los resultados de 700.000 angloparlantes que formaron parte de este estudio en el que tuvieron que responder una encuesta online a través del lúdico portal Games with words.
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Y es que las conclusiones de este estudio, titulado ‘Un período crítico para la adquisición de la segunda lengua: evidencia de 2/3 millones de hablantes de inglés’, han puesto de manifiesto que las personas no solo tienen una buena capacidad para aprender los idiomas cuando son niños, sino también cuando son adultos. En concreto, esta habilidad se mantendría hasta los 17,4 años de edad, lo que supone diez años más sobre lo fijado por otras investigaciones.
El estudio, llevado a cabo por equipos de investigadores del Boston College, MIT y Harvard, ha constatado así que los años óptimos para aprender un segundo idioma se mantienen hasta alcanzar la edad adulta temprana. A partir de ella, ya se empieza a percibir que esa capacidad disminuye.
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Es más, este estudio –el primero que ha determinado durante cuánto tiempo las personas pueden aprender gramática y cómo esa habilidad cambia con la edad-, ha reflejado que hasta los 17,4 años se pueden aprender tanto sintaxis fáciles como difíciles.
Este hallazgo es importante no solo para aprender idiomas, sino que tiene implicaciones en diferentes campos como la neurociencia en relación a la plasticidad o el desarrollo neuronal; lingüística; la psicología del desarrollo, los trastornos que afectan al lenguaje o la política pública para una educación bilingüe, entre otros campos. También es clave para ayudar a comprender por qué las personas aprenden el lenguaje y no los animales o las máquinas.
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