Tal y como han apuntado los responsables de esta nueva investigación, los indicadores clásicos para medir la salud laboral (lesiones por accidentes de trabajo y maltratos profesionales) resultan insuficientes. Por este motivo, la investigación incorpora otros trastornos de salud relacionados con el ámbito laboral y además, no considera únicamente el trabajo remunerado sino también el ámbito doméstico y familiar.
En este sentido, durante los meses de julio y septiembre se notificaron al Sistema de Vigilancia de Enfermedades Relacionadas con el Trabajo 103 casos, de los cuales 61 afectaron a mujeres. La edad media fue de 43,5 años y las ocupaciones más frecuentes personal de servicios y comercio y profesionales de apoyo. La patología más notificada fue la de tipo ansioso-depresivo, con 67 casos, de los cuales 41 afectaban a las mujeres seguidos de los trastornos musculoesqueléticos (23 casos). La situación laboral más frecuente se corresponde con la contratación indefinida en un 87,4%. Finalmente, el 72,8% de los trabajadores se encontraban en situación de incapacidad temporal en el momento de la notificación.
El estudio revela que la mayor población empleada en el sector de los servicios, más del 75%, determina un patrón de salud relacionado con el trabajo remunerado, con una menor incidencia de lesiones por accidente de trabajo en la jornada laboral y un papel más relevante de los problemas musculoesqueléticos y psicosociales. Asimismo, constata que continúa persistiendo la división sexual del trabajo remunerado y no remunerado, que determina un número de horas dedicado al trabajo remunerado superior en los hombres y un número de horas de trabajo doméstico y familiar más grande en las mujeres. En este sentido, las mujeres trabajan 59,8 horas semanales y los hombres 56. El estudio señala también que las mujeres se concentran en pocas ocupaciones y tienen baja presencia en lugares de mando. Las mujeres dedican 23,6 horas a la semana al trabajo doméstico y los hombres, 12,2.
Asimismo, según ha explicado una de las autoras del estudio Imma Cortès, la convivencia con personas con discapacidad se asocia a una “peor salud” y a comportamientos poco saludables. En el caso de las amas de casa, el mal estado de salud pasa de un
Más información:
Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB)
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