Hay libros e historias por los que no pasan los años pero, si eso sucede, es porque los lectores vuelven a darles vida. Otros se quedan en el recuerdo de esa época en la que cualquier pesadilla se intentaba combatir con un buen cuento. Colecciones como ‘Mundo Nuevo’, ‘Los Cinco’ o títulos como ‘Fray Perico y su borrico’ son el legado de esas épocas anteriores, aunque cada generación tiene sus libros, o eBooks, de cabecera. En aprendemas.com iniciamos el viaje de la mano de lectores, escritores y profesores para saber qué títulos hacían y hacen soñar a los niños y jóvenes españoles.
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De Stevenson a ‘Fray Perico y su borrico’
«Estaba en un colegio y entiendo muy bien a los críos. La historia fue calando poco a poco entre los profesores porque era muy graciosa», explica. Este madrileño fue docente en distintas escuelas de Madrid y a raíz de leer ‘Las florecillas de San Francisco’ se inventó el personaje de Perico, un joven fraile que quiere entrar en un convento con su burro Calcetín pero para ello tiene que ganarse la confianza del resto de hermanos. Su bondad e inocencia acaban conquistando no sólo a los religiosos sino a los lectores a base de situaciones inverosímiles llenas de humor.
«Nunca me hubiera imaginado que Fray Perico haya acabado por todo el mundo»
«He estado en casi todos los colegios de Madrid leyendo partes a los niños. Nunca me hubiera figurado que los libros hayan acabado desparramados por todo el mundo», asegura Muñoz. Aunque lo escribió en 1966 no sería hasta 1980 cuando fue publicado por la editorial al ganar el premio Barco de Vapor. Según habla nos va poniendo en situación y va nombrando una por una todas las ediciones que tiene en su despacho en distintos idiomas: «Miro a mi izquierda y está en árabe, coreano, chino, italiano…» Fray Perico se hizo tan internacional que un profesor chino le dijo que utilizaba su libro para enseñar español en clase.
El amor por la lectura de Juan Muñoz comienza muchos años antes. Nació en el Madrid de 1929, hijo de militar y de profesora. Su padre no veía con buenos ojos que leyera pero su curiosidad superaba esas regañinas y acababa devorando las
Cuando era profesor también se lo mandaba a sus alumnos pero siempre buscaba que aprendieran a través de juegos y títulos motivadores. También eran sus más fieles lectores no sólo de ‘Fray Perico y su borrico’, sino de otros que escribió como la serie ‘El Pirata Garrapata’ o del que es su favorito: ‘Los trece hijos brutos del Rey Sisebuto’. «De cualquier cosa saco un cuento. Se me ocurre inmediatamente una historia», afirma este autor que nunca ha dejado de escribir.
Su nombre no es muy mediático pero como él mismo dice: «Acto al que me han invitado acto al que he ido». Tampoco ha faltado nunca, y todavía lo hace, a la llamada de otros colegas docentes para leer fragmentos de sus libros a su público más preciado.
‘Cuentos de Calleja’, historias que hacían soñar a los niños de postguerra
Juan Muñoz es del 29 y María Dolores Díaz-Crespo del 45. Esta última, en su infancia, en plena postguerra española, apenas podía ir a su colegio de Torralba de Calatrava, un pueblo de Ciudad Real, porque muchas veces no había profesores, pero sí recuerda los ‘Cuentos de Calleja’ que le regaló su padre, esos que aún conserva a pesar del uso y del paso del tiempo. En el índice se puede leer algunas de las historias como La hija del molinero, El brujo y las tres hermanas, o La Princesita Blanca Nieves.
«El Quijote es muy bueno y muy cómico pero a lo mejor un niño no lo entiende»
En aquella época se leían muchos libros religiosos y la Enciclopedia Álvarez. Más de mayor coleccionaba otros por fascículos como el de ‘Luis Candelas’, un bandolero español del que trascendió su leyenda. Siempre ha sido una buena lectora y aunque ha disfrutado de los clásicos como El Quijote no considera que sean muy aptos para niños. «Es muy bueno y muy cómico pero a lo mejor un niño no lo entiende». Si se tiene que quedar con alguno ya de mayor opta por ‘Los miserables’, del francés Víctor Hugo, o con los poemas de Miguel Hernández.
De ‘Los Cinco’ a ‘Tiempo de Silencio’ en los 70
Casi dos décadas después nació Ignacio Elguero, periodista y escritor. Como profesional de los medios es director de programas en Radio Nacional donde también presenta ‘La estación azul’, uno de los tres espacios que la emisora dedica a la literatura. Como autor ha escrito varios libros como ‘Al encerado’, en el que retrata cómo eran los colegios de los años 60, 70 y 80, y poemas, su principal pasión.
Más de niño recuerda las lecturas infantiles de ‘Senda 3′, de la editorial Santillana o las de ‘Mundo nuevo’, de Anaya: «Eran ilustraciones bonitas con historias simples y reflexivas». Su educación estuvo marcada por la Ley del 70, que considera bastante buena y por una amplia educación en Humanidades.
«El paso de lecturas infantiles a novelas como ‘Tiempo de silencio’ era gradual, se alternaban con fragmentos de los clásicos. Por ejemplo, había una edición juvenil de El Quijote que era muy buena», recuerda. También leían teatro clásico como ‘Luces de bohemia’, que luego representaban en el colegio lo que la hacía mucho más atractiva.
«En la televisión no salen los libros ni de atrezo»
Para Elguero, sin duda, fueron aciertos de sus profesores: «Eran básicos para animar o desanimar al lector». Por eso recuerda con cariño a Don Julián Alonso, uno de los que hizo que amara la lectura, aunque lo suyo también fue pasión propia. Ya desde pequeño quería ser poeta y en ello influyó su padre, que les leía poemas todos los días.
«Faltan programas de lectura. En televisión no hay, sólo en La 2, y en las series no aparece un libro ni de atrezo», denuncia. A pesar de ello reconoce que ahora los niños y jóvenes tienen mucha más variedad para elegir. «A nosotros sólo nos llegaban los de Enid Blyton», prosigue para citar a la escritora británica, autora de algunas de las series más universales como las aventuras de ‘Los Cinco’ y los ‘Siete Secretos’.
En su programa ‘La estación azul’, que se puede escuchar los domingos en Radio Nacional de 15 a 16.00 horas, se habla de todo tipo de géneros y de libros con el objetivo de acercar este universo literario a los ciudadanos, sean de la edad que sean. «Hace unos años hubo un salto hacia la literatura fantástica. La magia, el esoterismo saturaron el mercado. Ahora hay una corriente literaria más social en la que se quiere hacer llegar los problemas actuales», afirma.
«La isla del tesoro contiene todos los saberes universales de la literatura y de la vida»
Elguero es padre de una niña de cuatro años y aunque explica que cada hijo puede ser un mundo, considera que si no ven leer a sus mayores ellos mismos tampoco cogerán un libro. «Estoy a favor de las lecturas obligatorias en el colegio pero dándoles un abanico de posibilidades para elegir con un criterio común», asegura. Si él es el que tiene que recomendarle un libro a su hija optaría por una antología de poesía: «Que sepa que todavía existen los poetas». Y si es novela se queda con ‘La isla del tesoro’: «Contiene todos los saberes universales de la literatura y de la vida».
María Dolores Herráez es de su misma generación, acaba de estrenar los 50 años y aunque al principio no recuerda la colección ‘Mundo Nuevo’ si ve sus ilustraciones enseguida cae en aquellos libros de lectura que se mandaban en la EGB. De más mayor, en el colegio tuvo que leer ‘La Colmena’, de Camilo José Cela, o ‘El Lazarillo de Tormes’, de autor anónimo. Confiesa que le gustaron pero ahora, de mayor, entiende muchas más cosas que antes. Esas historias se pueden extrapolar a la vida actual, a situaciones cotidianas.
Si podía elegir se quedaba con los cómic o las historias de amor de Corín Tellado pero reconoce que los profesores y su forma de vivir la literatura eran determinantes para atraerles a los clásicos.
Las aventuras de Manolito Gafotas y la vuelta a ‘La isla del tesoro’
En los 80, cuando nació la llamada generación de los Millennials, ‘Fray Perico y su borrico’ empezaba a expandirse primero por Madrid, luego por España hasta seguir por Latinoamérica y otros países del mundo. Sergio López fue al Colegio Público Antonio de Nebrija, en el barrio de Villaverde de Madrid y en sus años de Primaria descubrió las aventuras de otro ‘vecino’: Manolito Gafotas.
«Las sagas de libros basados en videojuegos serían una buena forma de enganchar a los niños a la literatura»
El personaje de la escritora Elvira Lindo era del barrio de Carabanchel, pero ojo, del Alto, del bueno según el propio Manolito. Sus aventuras han sido el argumento de ocho libros junto con las de su hermano El imbécil, su padre Manolo García, y su madre Catalina. «Era muy mítico, de esos creo que nos leímos todos los que había», asegura Sergio. También recuerda entre sus favoritos ‘La isla del tesoro’, escrito por Robert Louis Stevenson y publicada allá por 1883. «Me gustó bastante, supongo que me gustaban las historias de aventuras», asegura.
«El Quijote se manda por tradición, pero a la edad a la que nos lo mandan no tenemos capacidad para entender nada. Bueno, entendemos que es un señor loco que se dedica a ‘liarla'», apunta. «La gente sólo lo recuerda como un libro «mu» gordo que no se leyeron entero», afirma.
‘Tiempo de Silencio’ también pasó por sus manos en Bachillerato: «Resulta que el libro fue vanguardista porque era todo frases subordinadas hasta el infinito. Total, frases de media página de largo. Muy bonito para quien sea un fan de la literatura pero para el resto de los martes fue un dolor…» Ahora, si tiene que recomendar varios títulos rescataría ‘Finis Mundi’, la saga ‘Harry Potter’ y similares. «Si fuese profesor de Literatura creo que también mandaría a los chavales leer alguna novela que esté basada en videojuegos, por ejemplo de la saga de libros de ‘Geralt de Rivia’. Creo que sería una buena vía de engancharles a la lectura».
«Hay libros a los que se los coge tirria por la imposición de los profesores»
Para acabar Rocío González y Verónica Vázquez ya son de la generación de los 90 y la primera ha estudiado para ser maestra de infantil y la segunda educadora. «Mi madre nos hacía leer, no que nos obligara, pero nos regalaba libros», apunta Rocío como una de las claves para que le guste leer. Esta toledana confiesa que tenía el cuento de ‘Las tres mellizas’ roto de tanto leerlo. En su colegio también les motivaban sin darse cuenta, como si se tratase de un juego. «Íbamos a la biblioteca una vez a la semana a coger cuentos, en los 10 o 15 primeros minutos del recreo».
«El Principito hay que volver a leerlo de mayor porque tiene una carga psicológica muy grande que de pequeño no entiendes»
Verónica, por su parte, recuerda el taller de lectura que hacían durante la ESO. «Nos mandaban un cuaderno de lecturas que no era obligatorio. Los que queríamos hacíamos memorias de libros que nos habían gustado. Luego si queríamos exponíamos delante de la clase y si era el favorito de todos se representaba en obra de teatro». Algo muy diferente si son obligados: «Se les coge tirria por la imposición de los profesores. Por ejemplo, si hay un niño al que le gustan las motocicletas se le pueden recomendar libros relacionados. Es una manera de iniciarlos».
Verónica ahora disfruta leyendo libros de historia pero cuando iba al instituto le obligaron a leer ‘Corsarios de Levante’, de Arturo Pérez-Reverte, del que no guarda buenos recuerdos: «Fue impuesto y luego teníamos que hacer un examen. A lo mejor ahora me lo leo y me encantaría pero no de esa manera».
Rocío está haciendo las prácticas en un colegio y una de las actividades que hace con sus alumnos es que se escriban cartas: «Ponemos un buzón de cartón, y cada uno coge la suya que le ha mandado uno de sus compañeros. En ella viene una hoja fotocopiada de un libro dedicada por sus amigos y eso hace que tengan ilusión y les despierte la curiosidad por continuar con la historia».
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